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jueves, 21 de junio de 2012

Mejor que en la mismísima tierra prometida

El Boss, hizo historia este domingo dando el concierto más largo de su carrera, ¿y sabéis qué? Que yo estuve allí.

Han pasado más de 15 años desde que me declaré fan de Springsteen, los mismos que he estado deseando poder verle en directo. Compré mi entrada con más de seis meses de antelación y desde ese día han habido mañanas que solo sentía que merecía la pena levantarse de la cama por poder tachar un día más en mi calendario. He sentido como los días se arrastraban poco a poco y como mis nervios iban aumentando... y es que esperar algo durante 15 años te genera muchísimas expectativas, esperas que todo salga perfecto e intentas cuidar tener todos los detalles preparados con semanas (o meses) de antelación esperando que nada te lo joda en el último momento. Lo que no te esperas es que las cosas salgan mejor de lo que esperabas.


Casi cuatro horas de concierto en las que lloré (sí, como una magdalena y sin miedo a tener que salir en barca), reí, bailé y grité como nunca antes lo había hecho. Lo sentí todo, allí desde mi asiento. La entrada fue cara, sí, estamos de acuerdo, pero sentirte tan feliz y cumplir un sueño que llevas años persiguiendo es algo que jamás se podrá comprar. Han pasado casi cuatro días desde aquel concierto épico y, aunque le he dado vueltas, aún no soy capaz de expresar todo lo que sentí allí.


Y, sí, me acordé mucho de Nacho, muchísimo. No diré que eramos amigos porque no lo eramos, pero eramos conocidos y a pesar de eso cuando me enteré de su muerte me tiré todo el día llorando. Imaginaos el tamaño de mis lagrimones cuando Springsteen, demostrando una vez más lo grande que es, le dedicó The River.




Springsteen nunca falla, no me voy a cansar de decirlo. Jamás volveré a vivir algo así y por eso haber estado allí, ese día, merece la pena todo. Nadie sabe el poder que tiene una canción hasta que no la vive, hasta que la siente suya y hasta que no nota ese cosquilleo recorriéndole el cuerpo mientras le asoma una lagrimilla al escucharla en directo. Y, sin lugar a dudas, esta es la mía: